Ni a cerveceros iniciados ni a botánicos sería necesario
contar que el lúpulo (Humulus lupulus)
es una planta trepadora, dioica – con los sexos separados en plantas
diferentes-, cuyas flores femeninas o frutos se utilizan desde antiguo para
otorgar a la cerveza su característico aroma y sabor amargo. Tampoco sería
necesario explicar que se trata de una cannabácea, prima hermana del cannabis –
una señora nos refería en una feria recientemente que el olor del lúpulo que
mostrábamos en nuestro stand le recordaba a las plantas que cultivaba su hijo
en el patio- ni que es una planta a la que le gusta el clima lluvioso y que, en
su crecimiento trepador, le lleva a alcanzar los siete u ocho metros en pocos
meses.
Existen, por el contrario, aspectos de la planta no tan conocidos y sumamente curiosos que nos acercan a la historia y a detalles interesantes del ingrediente que podemos considerar el alma de la cerveza.
Existen, por el contrario, aspectos de la planta no tan conocidos y sumamente curiosos que nos acercan a la historia y a detalles interesantes del ingrediente que podemos considerar el alma de la cerveza.
Planta del lúpulo de Cervezas Arcadia |
Si empezamos deteniéndonos en su mismo nombre latino, ya nos
topamos con alguna sorpresa. Humulus,
de tierra mojada, de humus y lupulus,
pequeño lobo. El primer término hace referencia al substrato sobre el que gusta
crecer al lúpulo, la tierra húmeda de las riberas y sotos humbríos; el segundo,
a la forma que poseen las hojas jóvenes, con tras lóbulos y que recuerdan
vagamente a la silueta de la faz de un pequeño lobo.
Pero es en sus usos y propiedades donde esta planta nos
reserva multitud de excusas para contar cosas acerca de ella. El lúpulo posee
TBC – sustancia que comparte con el cannabis- que le otorga propiedades
sedantes y ligeramente somníferas. A tal respecto, se cuenta que en la zamorana
comarca de Sanabria, las madres llenaban las almohadas de los niños con flores
de lúpulo para que conciliasen fácilmente el sueño. Recientemente se han
demostrado los importantes efectos en la prevención de la osteoporosis o la
arterioesclerosis de algunas sustancias presentes en el lúpulo. Mucho más
antiguo es el conocimiento de sus propiedades antibióticas y, de hecho, el motivo
por el que se añadía a las antiguas cervezas fue para conservarlas ante agentes
patógenos. Pero no siempre fue así.
Las
primeras cervezas elaboradas por los monjes en la Edad Media eran aromatizadas
con el llamado Gruit, mezcla de mirto, artemisa, romero y otras plantas que le
otorgaban un sabor picante y amargo. Pero a partir del siglo XII comenzó a ser
sustituido por la entonces llamada “medicina que sabe bien”, el lúpulo. Poco a
poco su uso se generalizó y consta que las primeras cervezas lupulizadas en la
Península Ibérica fueron las elaboradas en Yuste para Carlos V. Tan indisoluble
pasó a ser la asociación entre esta planta y nuestra bebida favorita, que de la
palabra Ber, lúpulo en celta, derivan la beer inglesa, la biére francesa, la
bier alemana y la birra italiana. Se cuenta que quien comenzó a añadir lúpulo a
sus cervezas fue Juan I, el duque de Barbante, también conocido como Jean
Primus. Este sobrenombre derivaría con el tiempo en Gambrinus, el patrón no
oficial de todos los cerveceros del mundo.
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