lunes, 15 de diciembre de 2014

EL LÚPULO: LA FLOR DE MI SECRETO

Ni a cerveceros iniciados ni a botánicos sería necesario contar que el lúpulo (Humulus lupulus) es una planta trepadora, dioica – con los sexos separados en plantas diferentes-, cuyas flores femeninas o frutos se utilizan desde antiguo para otorgar a la cerveza su característico aroma y sabor amargo. Tampoco sería necesario explicar que se trata de una cannabácea, prima hermana del cannabis – una señora nos refería en una feria recientemente que el olor del lúpulo que mostrábamos en nuestro stand le recordaba a las plantas que cultivaba su hijo en el patio- ni que es una planta a la que le gusta el clima lluvioso y que, en su crecimiento trepador, le lleva a alcanzar los siete u ocho metros en pocos meses.
Existen, por el contrario, aspectos de la planta no tan conocidos y sumamente curiosos que nos acercan a la historia y a detalles interesantes del ingrediente que podemos considerar el alma de la cerveza.

Planta del lúpulo de Cervezas Arcadia
Planta del lúpulo de Cervezas Arcadia


Si empezamos deteniéndonos en su mismo nombre latino, ya nos topamos con alguna sorpresa. Humulus, de tierra mojada, de humus y lupulus, pequeño lobo. El primer término hace referencia al substrato sobre el que gusta crecer al lúpulo, la tierra húmeda de las riberas y sotos humbríos; el segundo, a la forma que poseen las hojas jóvenes, con tras lóbulos y que recuerdan vagamente a la silueta de la faz de un pequeño lobo.

Pero es en sus usos y propiedades donde esta planta nos reserva multitud de excusas para contar cosas acerca de ella. El lúpulo posee TBC – sustancia que comparte con el cannabis- que le otorga propiedades sedantes y ligeramente somníferas. A tal respecto, se cuenta que en la zamorana comarca de Sanabria, las madres llenaban las almohadas de los niños con flores de lúpulo para que conciliasen fácilmente el sueño. Recientemente se han demostrado los importantes efectos en la prevención de la osteoporosis o la arterioesclerosis de algunas sustancias presentes en el lúpulo. Mucho más antiguo es el conocimiento de sus propiedades antibióticas y, de hecho, el motivo por el que se añadía a las antiguas cervezas fue para conservarlas ante agentes patógenos. Pero no siempre fue así. 


Las primeras cervezas elaboradas por los monjes en la Edad Media eran aromatizadas con el llamado Gruit, mezcla de mirto, artemisa, romero y otras plantas que le otorgaban un sabor picante y amargo. Pero a partir del siglo XII comenzó a ser sustituido por la entonces llamada “medicina que sabe bien”, el lúpulo. Poco a poco su uso se generalizó y consta que las primeras cervezas lupulizadas en la Península Ibérica fueron las elaboradas en Yuste para Carlos V. Tan indisoluble pasó a ser la asociación entre esta planta y nuestra bebida favorita, que de la palabra Ber, lúpulo en celta, derivan la beer inglesa, la biére francesa, la bier alemana y la birra italiana. Se cuenta que quien comenzó a añadir lúpulo a sus cervezas fue Juan I, el duque de Barbante, también conocido como Jean Primus. Este sobrenombre derivaría con el tiempo en Gambrinus, el patrón no oficial de todos los cerveceros del mundo.

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